104. DEL ALBUM DE MIGUEL SOJO

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Héctor Sojo, hijo de Miguel, me envía desde Vitoria una pequeña remesa de fotos de recuerdos de su padre cuando tendría la edad que debe de tener él ahora. La mirada de quien no había nacido entonces se cruza con la mirada de quienes vemos esas fotos como si se removiera nuestra memoria, haciendo como que el tiempo sea una ilusión frente al mayor valor del ser de todas las cosas, de todas las personas y de todos los momentos de la vida. Lo he dicho otras veces y no me importa repetirlo: no es nostalgia lo que busco colocando aquí poniendo fotos y pensamientos, sino profundidad en la mirada y refugio ante el devenir. El pueblo se nos escapa día a día, se nos vulgariza. En breve, la carretera de entrada a Anguciana va a perder (está perdiendo) todas las huellas de su pasado, todos los detalles e imperfecciones construidos poco a poco por el tiempo, y se va a convertir en una anodina calle del extrarradio de cualquier ciudad con bordillos de hormigón industriales y pasos de cebra elevados, diseño de ingeniero. Cada obra así concebida es un paso más en la pérdida de identidad, un peldaño hacia la entropía. De ahí el valor de cada foto del pueblo, de cada personaje.

No me extiendo más en mis pensamientos que es verano y lo importante hoy son las fotos de Miguel Sojo. Abre este post una imagen en las que vemos a Miguel Sojo con Santiago Ezcurra y Oscar en la carretera delante del cauce y del convento; y continúa  aquí abajo con otro trío ante la Vega de Haro, en el que Miguel posa con Raúl y con Enrique, aquel empleado que tenía "Escolar" en su casa de Haro y que nos dejaba guardar las bicis en el portal cuando íbamos a esa "gran ciudad" y temíamos que nos las quitasen.


Una foto de baño en el río no puede faltar. Es fácil adivinar que está hecha en el pozo de la Mina (o  Taranco), y seguro que al verla, Héctor o sus amigos se escaparán algún día de la piscina para ver si todavía es posible bañarse así en el río.


Las tres siguientes son fotos con chicas. Llama la atención lo guapas que se les ve a todas, la alegría de los grupos, de la excursión en el campo, del ligoteo juvenil. Y esa barandilla del puente que es todo un poema en piedra, un banco infinito y hasta un viejo afilador de hoces. Y qué bonito el grupo de padre con la candaja de leche y tres niños detrás. Y más niños también al fondo.


Aquí las dos fotos de grupos en el que a pesar de la calidad de aquellos positivos os reconoceréis perfectamente.



También me manda Héctor una foto de su abuelo cuando era el orgullo de Anguciana jugando a mano más allá del frontón del pueblo. Es la misma foto que puso Quilín en la página 75 de su libro, datada igualmente en 1935 pero con un poco mejor calidad. Pepe Sojo es el primero por la derecha y a poco que se amplíe la imagen puede apreciarse lo cachas que estaba, o incluso pueden apreciarse los rasgos y la pose que aún reconocemos en sus hijos y seguramente en sus nietos. 



En los últimos meses me impuse atender este blog con puntualidad semanal como si fuera un periódico, pero una vez más aprovecho el verano para irme a tierras lejanas, así que ya siento que los que se han acostumbrado igualmente a abrirlo con periodicidad no vayan a encontrar nada nuevo hasta septiembre u octubre por lo menos. Aunque, quién sabe. Lo mismo en Oregón (Estados Unidos) me pasa como con la cucaña de los pueblos de Alemania del verano pasado: que me recuerda a algo de mi pueblo, y que si tengo un ordenador a mano lo cuento aquí. Feliz verano.
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(13jl11)